En la noche del veintitrés de marzo de dos mil once, el perfil de twitter @barbijaputa (que tiene miles de seguidores) lanzó uns propuesta de hastag que denominó #palabrasandaluzas. En cuanto lo vimos unos cuantos filólogos (sobre todo aquellos a los que nos apasiona saber qué y cómo reflexiona la gente sobre nuestra lengua materna), supimos que la suma “geolecto más twitter” sería tema del momento en muy poco tiempo. Y supimos también (a pesar de que, de las variedades meridionales del Español Peninsular, las que cuentan con millones de hablantes son las andaluzas) que no tardaría en auparse a trendig topic algo que tuviera que ver con las hablas murcianas. Qué extraño, ¿verdad?, unos ocho millones de hablantes de variedades andaluzas frente a menos de un millón de hablas del Sureste y que haya muchas más reflexiones (estadísticamente es una barbaridad) de los segundos que de los primeros.
Si los Muñoz Cortés, Muñoz Garrigós, Gómez Ortín, Díez de Revenga y demás se enteran, se bailan una parranda los dos primeros, abandona los hábitos el tercero y deja de fumar la última (y digo esto desde el máximo respeto y el cariño, que son, de mis profesores, los más queridos y admirados, ¿queda claro?) Desde que se documenta por primera vez (en 1793 en el Correo Literario) el uso literario de palabras “murcianas” hasta que #palabricasmurcianas es TT el veintiséis de marzo de dos mil once, han pasado un rato y muchas anécdotas, pero lo fundamental es que, como en sus estudios sobre la lengua vulgar descubrió don Manuel Muñoz Cortés, el hablante (tanto iletrado como alfabetizado) sigue teniendo, en el Español Meridional y, fundamentalmente, en las hablas del Sureste, alguna conciencia, muy difusa, de su propia variedad y muchas confusiones que lo llevan primero a la baja autoestima “dialectal” y después, a todo lo contrario. ¿Por qué nos sucede esto a nosotros y en mucha menor medida a los andaluces?
La culpa, como siempre, es de los churubitos de la capital. Mientras que las variedades andaluzas son consideradas por los sus propios hablantes en alta estima por múltiples razones, a las del Sureste, menospreciadas, ridiculizadas y desprestigiadas en bandos, chistes y demás, les sucede lo contrario. Por ello ocurre que, en el siglo XXI, cuando todo el mundo, tras la terrible uniformización de los medios de comunicación de masas, desea mantener su identidad y “cualidades nacionales”, es ahora, con un mejunje de difícil trago, que empezamos a irnos al extremo contrario: todo lo que a mí se me ocurra es “palabra o expresión murciana” y además lo reivindico para no ser menos que los catalanes (que tienen su propia idioma, lo cual es más humillante aún para el monolingüe que quisiera tener rasgos diferenciales que le den una excusa para sus reivindicaciones políticas, económicas, etc.), los andaluces (cuyos políticos, periodistas y personajes de moda hablan y cantan sin pudor su hermoso dialecto porque es castizo y vende) y los castellanos del centro (que “hablan bien, el “castellano puro”, “con todas las letras”, etc.) Y en cuanto aparece #palabricasmurcianas como tendencia en twitter, empezamos la soflama habitual (ya han precedido listados, “power points” y demás parafernalia digital con vocabularios y conteos más o menos acertados) sin ningún conocimiento pero con mucho amor por el terruño.
Así que, como dice el Padre Gómez Órtín: “Tenemos que aceptar nuestra habla normalmente, sin desvalorarla ni sobrevalorarla, adoptando una actitud positiva y beligerante ante ella, y reconociendo que las particularidades de nuestra habla son tan legítimas como las de cualquier otra región. Por lo mismo, debemos esforzarnos en usarlas prestigiándolas, hasta que los demás hispanohablantes las asuman como tal variedad diferenciadora dentro de la casa común del idioma español.”
Por ello se hace urgente seguir aclarando unos cuantos conceptos que todo dialectólogo tiene clarísimos, también cualquier otro hablante de español peninsular, tanto del norte como del sur, y muy pocos murcianos en tanto el esperadísimo atlas lingüístico y etnográfico de las hablas del Sureste no se publique de una puñetera vez:
1.-NO CONFUNDÁIS GEOLECTO MURCIANO CON SOCIOLECTO Y FASOLECTO: joder, una cosa son las palabras, rasgos y expresiones del español vulgar peninsular, otra los de una situación más o menos formal o familiar y otra muy distinta los de una zona concreta. No es murcianismo, nunca lo ha sido ni lo será, la vacilación vocálica en la conjugación verbal (“casi nos matemos” por “casi nos matamos”, “semos” por “somos”, etc.), la prótesis (“amoto”, “arradio”) o el uso de apelativos e interjecciones tabúes en función fática y otras (“hijoputa”, “tontolcapullo, “por mis cojones”, etc.) Tengo muchos más ejemplos, pero aburrirían.
2.-NO CONFUNDÁIS GEOLECTO MURCIANO CON ESPAÑOL RURAL: el riquísimo caudal de palabras patrimoniales que cayeron en desuso conforme se fueron perdiendo los usos, objetos y costumbres del mundo rural y hoy están apuntico de perderse o de adquirir nuevos significados no debe confundirse con vocablos y expresiones propios de las hablas del sureste por el hecho de que aquí se usen, pues son comunes a todo el español (incluso el de América): “cinchar”, “mulo”, “azada”, “azarbe”, etc.
3.-NO CONFUNDÁIS MANCHEGUISMOS, ANDALUCISMOS Y CATALANISMOS CON MURCIANISMOS: que compartamos palabras con esas variedades e incluso arabismos propios es hermosísimo y nos distingue como zona de paso y de emigración, que suma en vez de restar y que acoge sin miedo todo tipo de neologismos, lo cual nos distingue como hablantes flexibles y dotados (digo hablantes, no personas, ojo) pero no exclusivos. Son catalanismos “boria”, “fosca, “pésoles”, “bajoca”, “orage”, “miqueta” o los topónimos “Lo Ferro”, “Gea y Truyols”. Son mancheguismos “gobanilla”, “jopo”, etc. La lista es interminable. Pero es que además compartimos la vulgarísima aunque polisémica y “graciosa” (?) interjección “acho” (apócope de “muchacho” > “chacho”) con Extremadura, nuestro queridísimo y nacional “pijo” con Almería, Granada, Jaén, Albacete, Cuenca y Alicante y el apreciativo “-ico” con todas las hablas de origen aragonés.
4.-NO CONFUNDÁIS EL HABLA DE LA HUERTA DE MURCIA O DEL CAMPO DE CARTAGENA CON LAS VARIEDADES DEL ANDALUZ ORIENTAL DE LA SIERRA DEL SEGURA: un huertano que no haya tenido contactos con alguien de Nerpio o de Caravaca no sabe no sabe que una “tartera” es un asado; como un Moratallero no oirá nunca “zarangollo” para denominar al revuelto de huevos, calabacín y patata si no habla con alguien de la capital.
Podría seguir, pero tengo una cansera que me quedo endormiscado, así que me voy ca mi suegra, que tiene la tartera preparadica y luego a luego me apetece echar un clis, que de contino se me enrobinan los muelles. Y si queréis saber más, mucho más, pinchad, descargad y leed esto: El dialecto murciano y sus variedades, Aspectos lingüísticos de la poesía popular murciana, y El español vulgar: descripción de sus fenómenos y métodos de corrección.
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