Se cumplió el año pasado el trigésimo aniversario de su muerte, pero casi nadie se acordó de él, igual que cuando vivía. La mirada de Miguel Espinosa sumerge al mundo en una luz infinita y aterradora, porque revela lo que es y lo que no. Esa más que obsesión suya por su Mercedes (su Azenaia, su Idea, su Inteligencia, su Olivo Verde) aún nos asusta mucho más cuando nos asomamos pequeñitos y perdidos, con un sabor venenoso de sangre negra en la boca, al infinito abismo de nuestras oscuridades, el que espera como enorme dinosaurio, agazapado, hambriento y paciente, para engullirnos sin vacilar. Por si, en un traspiés de cordura, se nos pasara por la cabeza dejarnos caer y descubriéramos lo que en el fondo nos espera. ¡Huy, qué miedo!
HABLAN DE AZENAIA
Ruidos de los bosques,
aires, aguas, calores,
tiempo del membrillo,
inviernos y nieves
nos hablan de Azenaia.
Soledad y silencio,
dormir y despertar,
arenas de los lagos,
auroras y sendas
nos hablan de Azenaia.
Seguros caminos,
árboles, plantas,
diversos colores,
olor de la tierra
y ojos que contemplan
nos hablan de Azenaia.
Trébol oloroso,
trébol carmesí y de los prados,
jacintos, anémonas,
amarantos, junquillos
nos hablan de Azenaia.
Albatros, palomas,
ánades, antílopes, delfines,
renos, garzas y corales
nos hablan de Azenaia;
y también los alces
de las nórdicas regiones.
Seres que respiran y duermen
de día y de noche,
en escondidas madrigueras,
honduras, sotos y mares
nos hablan de Azenaia.
DIRÉ ASÍ
Azenaia,
Mi corazón se alegra
Y mis huesos ríen
Si estoy junto a ti.
El mundo es plácido,
Nadie me hiere,
El dolor fue historia,
Soy el confiado ser.
Eres lo verificado,
Lo que habita el círculo
De la Inteligencia,
La luz que evidencia
Y lo comprendido
En el cerco del amor.
Entiendo tus palabras,
Entiendo tu sonrisa
Y entiendo la señal
Que de tus ojos fluye.
Tu medida es mi canon;
Tu habla, la voz;
Tu timbre, el sonido;
Tu concepto, la Idea;
Y tu existencia, la costumbre
Que tengo de vivir.
Las cosas están en orden,
Hoy lo he sentido,
Cuando te veo y oigo.
El bien no será mofado,
Ni invertido el valor,
Si continúo contigo;
El mal huirá
Y se eclipsará la locura
Si un instante sigo aquí.
No cumpliré años
Ni sabré la experiencia
Del ser que envejece,
Y su melancolía,
Pues me prolongaré niño
Si permanezco así.
Por eso viví triste
Cuando estuve lejos de ti.
LA PRESENCIA DE AZENAIA
El día sucede a la noche,
Y la noche al día;
Cortos o largos, los días
Y las noches se repiten.
Oscuridad y luz acontencen;
En ciertas estrellas
Reina el silencio,
Y en otras, el trueno,
Seguido de lluvias
Que nadie testifica.
El universo es mi hogar,
Cerca y lejos vivo al instante;
Aquí, si quiero, o allí,
Donde fluye la Idea
Sin talante ni dolor.
Más sólo quiero
La presencia de Azenaia.
SIENDO NIÑO YA TE AMABA
Azenaia:
Siendo niño, ya te amaba;
Siendo muchacho, te anhelaba;
Siendo mozo, te buscaba,
Y siendo hombre, me destinas.
Te llamaste "Todos los bienes",
Y donde hubo Verdad, Luz,
Bondad y Belleza, allí estuviste.
La figura grácil de las ilusiones
Fue tuya; tú y ellas, gacelas
Lucernas y ligeras de ropa.
Mientras viva, me habitarás,
Y cuando muera, este corazón
Mostrará el hueco de tu ausencia.
Siendo niño, te amaba;
Siendo muchacho, te anhelaba;
Siendo mozo, te buscaba
Y siendo hombre, me destinas.